lunes, 5 de noviembre de 2012

El Motorizado en Venezuela!


Todo el que viaja o vive en Venezuela, ha notado la enorme cantidad de Motorizados que existe a lo largo de su territorio, específicamente, en su capital Caracas.
La Moto, desde siempre, ha sido un vehículo de transporte extremadamente atractivo sobre todo para el género masculino; sin embargo es igualmente percibido cómo un medio poco seguro por diversas razones. Es por ello que algunas madres tiemblan al saber que su hijo o hija, desean una. No obstante, cada vez es mayor el número de personas que adquieren y usan este transporte ya sea para evitar el tráfico, porque está de moda o porque es, quizás, más barato y práctico que andar en un carro.
Hablemos entonces de lo que es el Motorizado en Venezuela. Primero que nada veamos cuántos tipos de Motorizados existen: El que la usa para solo pasear los fines de semana porque posee un carro, el que la usa para trasladarse a su trabajo, el que trabaja como mensajero y requiere la moto, el que es sicario y va más rápido en Moto, el que es malandro, aunque algunos de ellos andan en carros lujosos, y el que trabaja de Moto Taxi. Este último renglón es relativamente nuevo en Venezuela y pareciera ser un negocio que genera buenos dividendos, puesto que cada año crece, en un número considerable, la cantidad de Moto Taxis.
Para seguir con el ejemplo de la ciudad de Caracas, observamos que pocos conductores cumplen con las leyes de tránsito. Hay quienes no se detienen en un semáforo por miedo a ser asaltado o en el peor de los casos, asesinado o secuestrado, hay quienes se comen la luz porque del otro lado no viene ningún otro vehículo ni peatón y hay quienes se estacionan en dónde no deben para no pagar estacionamiento o porque simplemente les da la gana. En el caso específico de los Motorizados, la gran mayoría cometen estas y otras infracciones como por ejemplo: cuando llueve, utilizan los puentes como paraguas aglomerándose de tal manera que obstaculizan la vía para que pasen los carros. Se concentran miles de ellos y ?quién se atreve a decirles algo?
De esta manera, el panorama luce cómo que son estos chicos, buenos y malos, quienes mandan en las calles de la ciudad. No obstante hay ciertos sectores dónde ellos respetan la ley porque aparentemente la autoridad los obliga a cumplirla pero lo que se refiere el centro de Caracas es cómo si fuese otro país. En el centro, es una verdadera odisea cruzar una calle o avenida, los motorizados no discriminan si se trata de una persona de la tercera edad, un joven o un niño. Tratar de llegar al otro lado se convierte en toda una aventura dónde, tengas habilidades o no, te ves obligado a ejecutar la danza del torero porque vienen motos de todos lados; lo que trae también como consecuencia las constantes mentadas de madres y sus afines. Por todo esto, el Motorizado, hoy más que nunca, es considerado un chico malo al que hay que temerle porque quién se atreva a enfrentarlo, aunque tenga la razón, corre el riesgo de ser golpeado, acuchillado o de recibir algún o algunos disparos; aunque no todos son malos y hay quienes incluso los ves actuando como buenos ciudadanos, pero lastimosamente es una minoría.
El que se lleva la peor parte es el peatón que camina por el centro de la ciudad. En muchos casos, se ve obligado a lanzarse a la calle pues las aceras, que en teoría están diseñadas para caminar, son invadidas por vendedores de cualquier cosa y/o servicio y el poco espacio que le queda al peatón es ocupado además por una gran cantidad de motos que son estacionadas sobre las mismas.
Debido a la reciente inauguración del Bus Caracas, a todo lo largo de su trayecto se puede observar que en cada esquina están “trabajando” dos fiscales de tránsito y dos policías de Caracas. Además se encuentran patrullas de camionetas con, al menos, dos oficiales que recorren toda la avenida; lo que da un total, sin contar los que van en las camionetas, con ocho oficiales de la ley por cada dos esquinas. El trayecto del Bus Caracas, va desde San Jose hasta el final de la Nueva Granada. Este es un trayecto que posee centenares de esquinas. A simple vista da la sensación de que estas protegido por la ley, pero en cierto modo no lo es; ya que la gran mayoría de estos funcionarios gastan sus horas de trabajo, conversando entre ellos mismos, metidos bajo alguna sombra para evitar el sol inclemente y haciendo de la vista gorda ante cualquier infracción; lo que trae como consecuencia que muy pocos desempeñan a cabalidad su papel. Según los datos que averigue, esto se debe a que muchos de ellos temen que los Motorizados tomen represalias contra ellos, y en algunos casos es por complicidad con quienes cometen la falta, y porque, quizás, piensen o saben que desafortunadamente muy poco pueden hacer al respecto si multan a alguien o lo envían a la carcel.
A medida que se conoce o se indaga de los problemas sociales de Venezuela, se llega a la penosa conclusion de que el daño es muy profundo y tomará años para enmendarlo. La solución está definitivamente en proveer al Venezolano de una educación de calidad y efectiva, dónde primero que nada se le enseñe el respeto hacia si mismo y hacia los demás, entre otras cosas, para poder salir de este negro atolladero en el que está metido. Honestamente no creo la solución sea invertir millones de bolívares en estos funcionarios, por citar este ejemplo, quienes solo un bajo porcentaje de ellos cumple  con su labor y lo que es peor aún, su esfuerzo se va por la borda por la indiferencia y corrupción de quienes están en el tope del mando que son los que finalmente ejercen “el poder judicial” en Venezuela.
El Motorizado siempre fue renegado por la sociedad en general, visto y catálogado como el tierrúo, lo que pareciera que ahora está tomando venganza de ello.

Katiuska Gutiérrez

miércoles, 17 de octubre de 2012

Después de las Elecciones!

Una de las cosas buenas que tiene el vivir fuera de Venezuela, es darte cuenta de dos situaciones: la primera, que aprendes a valorar y darte cuenta de lo que posee y te ofrece tu patria y la segunda, que caes en cuenta de que un gran porcentaje de los compatriotas que igualmente viven fuera del país mantienen muy adherido, como se lleva el ombligo en la barriga, ese arraigue de la famosa viveza criolla, el creerse, además, mejor o más importantes que otras personas y de rehusarse a no aprender las costumbres del país de relevo que escogimos para vivir, en este caso USA. Lo que aumenta o genera la mala reputación que tenemos.
Cuando me consigo un Venezolano así, me da cierta rabia el pensar que por qué demonios tiene que ser de esta manera lo que directamente me lleva a la fatídica conclusión de que por ello es que estamos como estamos, JODIDOS! Sin embargo para mi alivio y satisfacción como Venezolana, aún existe una gran número de Venezolanos que actúa de manera distinta. Lo pude vivir en mi pasada visita al país en Enero de este año. Personas de diferentes edades y estratos sociales poseen otras y mejores características las cuales en algún momento de nuestra historia nos definieron como un país de gente amable y sencilla, que brinda la mano al necesitado con la sencillez por delante que tiene un campesino y un verdadero rico de cuna. Ello me dio un halo de esperanza de que aún podemos ser un pueblo como tantos otros e incluso mejores pero en un sentido totalmente divorciado de la arrogancia y esa esperanza aumentó el pasado Domingo 07 de Octubre del presente, cuando con lágrimas en los ojos observaba la televisión donde informaban paso a paso el proceso de votación para elegir al presidente de nuestra patria.
De inmediato procedí a escribir en el Facebook lo orgullosa que estaba de todos los Venezolanos, en especial de aquellos que se trasladaron por diferentes vías a New Orleans para poder ejercer su derecho al voto. De los que facilitaron esta labor y de los que estuvieron como voluntarios para vigilar que todo marchase debidamente. Me conmovió de sobremanera una hermosa anciana que no había dormido la noche anterior porque se la pasó orando para no morir antes de poder votar.
Estos son los Venezolanos que necesitamos para dar el ejemplo de que cuando se desea hacer las cosas bien y con el corazón, se puede lograr.
Tengo la certeza de que miles de nosotros, incluso gente de otras nacionalidades pudieron notar esto y así como histórica fue la jornada por desarrollarse de una manera pacífica y ordenada, será histórico el esfuerzo que se hizo y se seguirá haciendo por cambiar nuestra imagen para ser mejores ciudadanos, mejores hermanos e hijos de una gran nación como lo es Venezuela. Aún se puede, no perdamos la esperanza!

jueves, 2 de febrero de 2012

Mi experiencia en Venezuela después de 8 años de ausencia

A mi regreso a mi patria querida después de ocho años de ausencia, tuve la oportunidad de ver con más claridad lo maravilloso y terrible que es a la vez este gran país. Me hizo recordar los contrastes de New York como por ejemplo lo es cuando pasas por la avenida San Nicolas, a nivel de la calle 181 con su gran cantidad de gente vendiendo comida, ropa, calzado, incienso y hasta droga; donde además, en época de Verano, se ve a mucha gente haciendo parrilladas en la calle y comportándose como si estuvieran en el mismísimo patio de su casa escuchando música a altos decibeles y hasta altas horas de la noche sin importar o tan siquiera pensar que hay gente que eso le pueda molestar de cualquier manera. Luego, al otro lado, a solo dos cuadras hacia el lado este y como por arte de magia encuentras otro mundo, como si pasaras una frontera, encontrando otro país dónde existe el respeto hacia el prójimo e incluso hacia si mismo, dónde hay caras diferentes, trajes diferentes, comportamientos diferentes, calles limpias y diferentes.

De esta misma forma, aunque con ciertas variantes, encontré a mi gran país Venezuela. Así la recuerdo desde que era niña, sólo que ahora pareciera que esas diferencias, esas contradicciones son más notorias. Llegué un primero de Enero y había olvidado por completo que este país, perdón su gente, trabaja a medias y no cómo debiera, no cómo el país entero lo necesita; por tal razón aún no habían recogido la basura del día anterior y de otros anteriores. Eran cerca de las 12 del mediodía. La autopista vía Caracas era una delicia para manejar, totalmente despejada, tranquila y matizada con una brisa que parecía tela de terciopelo; desafortunadamente ese paisaje era constantemente interrumpido por esos montones de basura que yacían por doquier dándome la bienvenida, saludándome y diciéndome “tanto tiempo sin verte” y yo respondía con los ojos desorbitados “si, tanto tiempo” Observaba cada trozo de la vía, cada palmo de las montañas que están hacia los lados, cada barriada y cada grupo de motorizados que parecía salieron a dar un paseo en grupos de cinco, seis y hasta diez marcando una notoria imagen de “cuidado con nosotros, somos intocables”. De pronto, me asombró ver que a nivel de la parroquia Katia, aún existía aquella casa al lado izquierdo de la autopista; siempre sobresaliente por su gran tamaño y sus grandes columnas que parecen las piernas de Mazinger Z, diferente a las otras casas pobres, que por cierto pareciera se triplicaron en estos ocho años porque ya no queda espacio para ni siquiera una pieza de dos metros cuadrados con techo de zinc. Ahí estaba esa gran casa, padeciendo de color y belleza pero saludándome y diciéndome: “si, aún estoy viva, aún estoy aquí” mientras yo me preguntaba que será de la vida de ese maravilloso albañil quién la diseñó y construyó, porque las casas pobres las diseñan los albañiles no los Arquitectos.

Yo seguía observando mientras hablaba con mi familia, quienes me hacían preguntas y yo a ellos, mi madre me veía con detalle tratando de escudriñar el por qué estaba tan delgada. Parecía preocupada por ello aunque enormemente feliz de ver a su hija de vuelta a casa aunque sea de visita. Yo venía pendiente de oler el mar pero se me escapó percibirlo.

Más adelante, nos topamos con un perro en medio de la vía que estaba agonizando. Mi hermana sufrió por él; le grito que se parara porque sino lo iban a terminar de espatarrar. A sólo minutos, más adelante, un par más de ellos, esta vez ya abombados como globos de fiesta de cumpleaños, parecía que en cualquier momento despegarían del suelo. Nadie se compadece de ellos, no hay autoridades que lo vengan a recoger, al menos no por ahora, quizás en unos días cuando pase el camión de la basura y tal vez se los lleven, no lo sé. Yo mientras tanto, seguía reconociendo todo, aunque todo o casi todo lucía más viejo. La basura me seguía saludando, parecían gente aglomerada para ver al papa y yo asombrada de ver tantos, tantos montones de ella saludándome hasta incluso llegar a la esquina de la casa de mi madre. El olor me sacudió por un instante pero fue un definitivo “Bienvenida a casa”

Me alegre al ver que ya en la noche, no tan tarde, todos esos montones de basura se fueron a descansar. La avenida, vista desde el bacón, lucía impecable tal cual la quería ver, como la recordaba y sentí alivio que finalmente la gente salió a trabajar. Días después fui a una jefatura a tan solo tres cuadras de casa de mi mamá con el objeto de sacar mi cédula de identidad. Hice mi respectiva cola. Luego, de que recogieron nuestras copias de la cédula nos hicieron pasar a un salón modestamente acondicionado para realizar esta actividad, éramos cerca de 15 personas o tal vez 20. El salón disponía de cuatro nuevas computadoras pero sólo dos operaban, porque sólo había dos empleadas, las cuales claramente nos dejaron ver, como la cosa más normal y sin vergüenza alguna, que ninguna estaba realmente capacitada para manipular las computadoras; decían entonces que el sistema estaba re-lento. En una de las paredes había pegado un papel que prohibía el uso de celulares en esa área, pero ambas chicas y el 98% de los que ahí se encontraban, incluso gente de la tercera edad, estaba constantemente usando sus celulares, sus BB. Creo yo era la única que no estaba en esa onda, porque incluso mi sobrina de tan sólo 19 años de edad, no se despegaba del suyo. En eso sino ha cambiado el Venezolano, Pantallero como nadie. Para evadir al tiempo que transcurría lentamente, yo conversaba amenamente con una señora muy amable y simpática, que me recordó también que esas son características de muchos Venezolanos. Pasaron dos horas y empezamos a protestar, hasta que la que parecía la jefe dijo que el “satélite se había caído y por eso el sistema no respondía y que aún ellas estaban a prueba. Yo no pude permanecer con mi boca cerrada y les pregunté si acaso a ellas no las habían capacitado antes y la chica me contestó con cierta ironía, que justamente la prueba la estaban haciendo con nosotros. La otra chica, mientras tanto, decía en voz alta que no entendía nada en la pantalla porque todo estaba en inglés. Me reí y dije en alto “guao que avance” me miraron de reojo. Una hora más tarde, todos empezaron a impacientarse, no había ni siquiera un baño. La jefe dijo que no podía hacer nada y nos sugirió que regresáramos el lunes y nos garantizaba atendernos de primeros. Algunos aceptamos, regresé el lunes y después de una hora me tocó el turno. Al meter los datos en el computador me preguntó si yo tenía un proceso abierto, en ese instante no entendí a que se refería y le dije que no, hasta que ella me nombró la palabra pasaporte. Le dije que yo había solicitado uno nuevo en el consulado de New York pero que ya había entregado todo e incluso ya me habían tomado las huellas y la foto, que sólo quedaba la entrega del mismo en Enero o Febrero, entonces me dijo que no me podía sacar la cédula por ello. Le pregunté qué tenía que ver el pasaporte con la cédula y me dio una explicación de esas que lo dejan a uno con ganas de reírse en la cara de la persona pero sólo dije “ah ok” Ella me hablo en el lenguaje de Cantinflas y al darme cuenta de ello entendí que no había nada que hacer y me fui. Al día siguiente acudí a una jornada en el Parque del Este y después de hacer la cola, me hicieron regresar a casa a buscar mi pasaporte porque en la copia de la cédula no se veía bien mi huella y por ende no me la aceptaron. Finalmente, después de tres largos intentos, pude sacar mi cédula de identidad que por cierto la foto salió como si fuera una reclusa y como si me acaban de dar una paliza dejándome la cara marcada como el perro de la pandillita.

Pero en mi estadía, también pude notar algunos cambios que a mi juicio son favorables como por ejemplo lo es que gran parte del Centro de la ciudad ha sido recuperado, que la Plaza Venezuela luce estupenda con luces y música de fondo, que el Boulevard de Sábana Grande esta despejado de los buhoneros que parecían unas plagas y hasta le han incorporado algunos aparatos para que los niños jueguen y se distraigan, que mi madre quién ha sido una comerciante independiente y una gran ama de casa está recibiendo una pensión pese a que nunca estuvo registrada en alguna compañía; por lo que dudo mucho que con otros gobiernos esto hubiese sucedido.

A los sitios que acudí, me atendieron bien. Para mi sorpresa conseguí mucha gente joven trabajando en lo que es Servicio al Cliente y han sido muy atentos y tratado con buenas palabras. Tuve la valentía de usar en varias ocasiones el transporte público, y me encontré con gente amable y honesta a la hora de pagar su pasaje, porque muchos se bajan por detrás del vehículo y se dirigen hacia la puerta delantera para pagarle al chofer. Tanto jóvenes como adultos conservan el hábito de saludar al entrar a algún transporte público, a algún edificio, oficina o local. Aún existen los vendedores ambulantes de cualquier cosa que se suben a estos vehículos y anuncian que hasta reciben cesta tickets como forma de pago. Todo ello me ha hecho recordar y ver que el Venezolano aún es cordial, atento, bondadoso, respetuoso y sobre todo jocoso; pero desafortunadamente también vi miles de quienes están del otro extremo, el de las contradicciones, el que nos echa a perder la buena imagen que podamos tener como ciudadanos, los que nos hacen ver como una especie que no respeta, el que está pendiente de una trampa, el que no considera y que pisa al otro para surgir él. Ojala todos podamos entender que con la gente que está del lado bueno, sea del color que sea, es que podemos salir adelante, es que podemos recuperar o mejor dicho hacer de este país un gran país porque el recurso aún está. Ojala todos tengamos la oportunidad de ir a otros lugares de visita y regresar a nuestra casa porque nos espera un buen cobijo, no vivir en otros lugares y venir de visita porque ya no hay esperanzas. Viviendo en otro país, he podido entender y apreciar mejor todo lo que poseemos. Se me eriza la piel y se me llenan los ojos de lágrimas porque sencillamente no nos han enseñado y no queremos aprender a valorar todo lo que poseemos como nación. Ojala la nueva generación se percate de ello y pueda hacer algo. Que Dios nos bendiga, que abramos los ojos y nos comportemos como hermanos, como hijos de una misma madre para darnos la mano y salir adelante.

Katiuska Gutiérrez