lunes, 20 de diciembre de 2010

CARTA PERSA: "Un viaje al Parque del Este"

Foto: Cortesia Google Search

Teníamos cerca de un promedio de 12 años, no existían los celulares y pocos tenían teléfonos en sus casas. Yo era una de ellos. Éramos estudiantes de la famosa y reputada U.E.G.C. (Unidad Escolar “Gran Colombia”) y por primera vez saldríamos a un paseo sin chaperones; pero antes, la coordinadora de curso se cercioró de que cada representante concediera el permiso para hacerlo.

Se trataba de un experimento para saber cuan responsables podríamos ser y como enfrentar posibles situaciones adversas que se cruzaran en nuestro paso.

Fue un paseo corto dentro de la misma ciudad. Eso si, teníamos que entregar un reporte del lugar y el mismo, debía reflejar algo de historia. El sitio, debíamos escogerlo nosotros mismos. Nada nos fue impuesto, sólo el hecho de ser responsables y portarnos bien. Por decisión general, elegimos ir al Parque del Este. En principio, porque allí estaba justo una replica de la “Santa María”, una de las naves que formaron parte del descubrimiento de América y que se hallaba en un gran lago artificial donde alquilaban botes a pedales.

Era un Parque gigante, fácil para los niños perderse y el más grande de la ciudad de Caracas. Había también un zoológico, un planetario, concha acústica, canchas deportivas y una biblioteca; siendo esta última, lastimosamente, para nosotros el lugar menos atractivo para visitar. Éramos diez, no recuerdo exactamente cuántos varones y hembras habían pero si la cantidad en total. Fue un día sábado y nos encontramos a las 10am. Asignamos a nuestro delegado, así llamamos en aquel entonces a quien sería nuestro líder. Fue una chica de apellido Galíndez, (generalmente en aquella época, en los colegios y liceos lo llamaban a uno por el apellido, no se si era una cuestión de respeto u otra cosa). Ella era muy poco femenina, pero muy buena en Voleibol. Años más tarde representaría a Venezuela en ese renglón.

Contamos la cantidad de dinero que teníamos en total y colocamos en un morral toda la comida que habíamos llevado. Habían sándwiches rellenos con diablito. ¡Guácala! Nunca me gustó el diablito, es jamón picado en trocitos muy pero muy pequeños, lo que hace que su contextura sea mas bien como una pasta para untar y viene enlatada.

Mi hermana, la mayor que era bastante mentirosa y traviesa, me decía que el diablito no era mas que rata blanca molida y por eso yo casi nunca comía esa cosa. En total contábamos con: varios sándwiches, galletas, un litro de jugo de naranja y dos de albaricoque y unas cuantas frutas. El llevar pocas cosas fue parte del experimento. Debíamos regresar a casa a las 5 de la tarde a más tardar.

Pagamos las entradas a precio preferencial para estudiantes, fuimos al zoológico y disfrutamos mucho el ver cocodrilos, monos, aves exóticas, etc. Por supuesto, siempre por delante las risas y las comparaciones entre nosotros y los animales. Siempre todos juntos, era un buen grupo sano y obediente. Luego, comimos algunas frutas, galletas y bebimos de los deliciosos jugos. Todo repartido equitativamente. Jugamos a la pelota, disfrutando de aquel verdor que reinaba en ese lugar maravilloso. Respiramos profundo mientras yo les decía: “Respiren inflando el estómago y boten el aire malo que llevan dentro” Y todos obedecían sin saber verdaderamente lo importante que es saber respirar.

El tiempo pasaba y nosotros seguíamos jugando. Luego, nos fuimos al lago, alquilamos los botes y el tiempo seguía corriendo de prisa y nosotros continuábamos divirtiéndonos; jugamos la ere con los botes, la risa contagiante de todos fue un ejercicio que nos regalo, en ese momento, años de juventud. Al rato, escuchamos el sonido estridente de un pito que nos indicaba que nuestro tiempo con los botes había culminado. Fue entonces, cuando empezamos a portarnos mal.

El dinero casi había desaparecido y solo quedaba lo necesario para regresar a casa en autobús. Decidimos permanecer en los botes alejándonos del muelle donde estaban los encargados. Uno de los chicos les grito mientras nos alejábamos: “ Si quieren que salgamos, vengan por nosotros” jejejejejejeje. Se escuchaban las risas, a ninguno nos dio temor romper las reglas.

Nos dejaron un rato más porque habíamos pagado más de una hora, pero al rato ya los encargado cansados, nos amenazaron con ir a buscarnos y entonces iniciamos la huida. Le dimos fuerte a los pedales hasta llegar a tierra, abandonamos los botes, corrimos y saltamos las cercas. Entre las risas por la travesura y algo de nervios, Galinde cayó al lago y con ella el morral con los sándwiches. Fue cuestión de segundos para que todos flotaran en el agua, no se salvo ninguno. Ya no había nada que hacer ni nada mas para comer. Recuerdo a la pobre Galinde con sus pantalones mojados hasta la cintura.

Menos mal que yo no me caí, porque me hubiera ahogado aún si el agua me llegase a los tobillos. Logramos escapar, evadiendo el pago extra que debimos hacer. Nunca fuimos realmente consciente de ello; por lo tanto, seguimos con nuestras risas sin darnos cuenta de la hora que era. Nos fuimos a la concha acústica a cantar y bailar. De pronto, el hambre nos acechó y nos pegó el estómago del espinazo; ahí yo sentia era capaz de comer aquellos panes con diablito.

Decidimos salir del parque porque casi anochecía. Cerca de la salida, nos percatamos que habían varias matas de mangos que estaban cargadas con aquel fruto maravilloso, jugoso y tan apetitoso. Dos de los chicos se subieron a los arboles y antes de que los vigilantes pudieran atraparlos, porque aquello que no entendimos por qué, estaba prohibido; lograron meneando las ramas, que algunos frutos cayeran al piso. Recogimos los suficientes y nos fuimos corriendo a unas escaleras. Tirados al piso, nos devoramos aquellos riquísimos mangos sin importarnos que su concha no había sido lavada. Parecíamos niños de la calle: sucios, con hambre, infringiendo la ley y olvidándonos de los adultos que nos esperaban preocupados en nuestras casas.

Ya preparados para regresar a nuestros hogares, Galinde se encargó de acompañar a 4 de los chicos porque iban en la misma dirección que ella. Otro chico, de quien no recuerdo su nombre sólo que tenía ojos verdes grandes, se encargó de otros 3 y yo, siempre de independiente, dije que podía llegar sola aún cuando ya era de noche y que le explicaría a mi madre lo sucedido y que ella entendería. Así fue, aunque tardó en volver a darme permiso para salir sin la compañía de un adulto.

Fue un experimento para el país, para los vigilantes y encargados, para la coordinadora, para los padres, para nosotros darnos cuenta años más tarde que ahí se definía parte de nuestra personalidad. Ojalá los niños de esta era lo pudieran repetir de la misma manera y con las mismas inocentes consecuencias.


Katiuska Gutierrez

lunes, 13 de diciembre de 2010

Hasta dónde afecta una verdad? Wiki Leaks.

Siempre hemos escuchado que: !Por la verdad murió Cristo!. Cuál, a ciencia cierta, fue esa verdad? Tanto fue el temor a perder el poderío de algunos que los llevo a cometer semejante y abominable hecho contra un hombre que hablaba de una verdad. Muerte, la cual fue una de las formas mas duras y dolorosa jamás imaginada por el hombre.
En estos tiempos, a pleno siglo 21 en el año 2010 al cual le quedan solo días para que pase a la historia, nos encontramos con una guerra, la primera, que se desata en el Internet a causa de verdades que salen a la luz pública.
Estas verdades amenazan con destapar ollas que derrocarían imperios gubernamentales, religiosos y corporativos; todo bajo el nombre de Wiki Leaks y su portavoz, Julian Assange.
Ahora bien, como todo en la vida existe el lado positivo y el lado negativo, lo blanco y el negro, los pro y los contra, el yin y el yang. Citemos por un momento el caso de Venezuela. Hasta que punto es conveniente que el mundo entero sepa los verdaderos atropellos que comete su actual gobierno? A quién beneficiaría el saber estas verdades? Quién defendería a los habitantes víctimas de estos actos y a qué costo y por qué? Quién garantizaría su protección? Porque la historia misma guarda en su memoria, que esta demostrado que hay personas ricas y pobres, de cualquier raza, sexo, religión, inclinación política, etc. que no soportan verdades y toman represalias, como la citada anteriormente contra Cristo, o como lo hace una persona, sin que esto represente una gran consecuencia, al excluir a otra de su lista de amigos en facebook por haberle dicho una verdad.
El hombre vive en un constante avance tecnológico para beneficiarse pero también para perjudicarse. Su lucha entre vivir en paz y armonía de una manera más espiritual que material, es cada vez más intensa; pero lo logrará finalmente? terminará esta tecnología atentando contra la especie humana y los pocos y verdaderos principios que tiene? especie que históricamente siempre ha estado amenazada por verdades que representan un gran peligro al ego de algunos y a los altos intereses de una minoría poderosa como los estados unidos, por ejemplo.
La pregunta final, Cuándo estaremos realmente preparados para afrontar las verdades?

Katiuska Gutierrez